Un monje estaba sentado bajo un almendro en profunda meditación cuando, de pronto, vio caer sobre su cabeza una lluvia de flores, a la vez que una voz suave que parecía venir desde arriba exclamaba:
Gracias por tu discurso sobre el silencio.
Pero si yo no he dicho nada -repuso el monje, sin salir de su asombro.
Precisamente por eso -contestó la voz.
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