-¿Cuál es el secreto de su eterna juventud?
-No es el resultado de una fórmula aplicada, es algo que se hace instintivamente y creo que a ello contribuyen algunas cosas. Primero y muy importante es reírse de todo, especialmente de uno mismo. Creerse importante es lo más nefasto que hay, si uno se sitúa en un plano realista, de sencillez y humildad -creo que no se puede ser de otra manera-, uno llega a ser bastante indestructible. La juventud en mi caso no es el resultado de ningún secreto, me resulta más agradable tener este espíritu. Vivo mejor así.
-¿Qué le han aportado esos ochenta y un años que lleva sobre sus espaldas?
-La vejez -porque eso de la Tercera Edad me parece una estupidez-, con un mínimo de salud, cierta independencia económica y algo de riqueza cultural, me parece una edad estupenda. La salud no la tengo muy buena ya que padezco una afección cardíaca permanente, pero me voy defendiendo. A nivel económico, afortunadamente no tengo que pedir a mis hijos para vivir y con la cultura me paso ratos estupendos. Además tengo una suerte que tienen muy pocos -y perdóneme que lo diga- y es que escribo, y gracias a ello llego a mucha gente que me toma cariño, me escribe y se preocupan por mí. Escucho música, disfruto leyendo, voy al cine, al teatro... Me gusta la vida.
La sonrisa radiante que se escapa de su rostro sin duda rubrica la afirmación que acaba de hacer.
-No puede negar señor Sampedro que sabe sacarle jugo a la vida...
-Sí, por supuesto, como un enano. Pero no lo diga usted así porque podría escandalizar y resultar obsceno. Mire, nos educan para el miedo, para que tengamos miedo de pasarlo bien. Nos educan para que creamos que esto es un valle de lágrimas y que luego lo podremos pasar bien, pero sólo si somos buenos y dóciles. Pero mire usted, yo eso no me lo creo -no quisiera ofenderla si es creyente, yo no lo soy-, nadie me amarga a mí el placer de vivir. Esos señores de negro no me van a fastidiar.
-¿Y a qué viene lo de obsceno?
-Pues porque parece escandaloso que un señor de mi edad diga que se lo pasa bien. Hay gente a la que -perdóneme la expresión- le jodería muchísimo.
-He sido un sentimental y un enamorado, pero no un conquistador. Un conquistador es un señor machista que cree que se apodera de la mujer y encima lo dice con jactancia. Yo he sentido siempre un gran respeto por ella a veces quizá excesivo.
-Me pregunto, señor Sampedro, ¿en qué cree usted?
-Creo en el ser humano. Una civilización humana es la que sigue la regla del griego que dice que "un hombre es la medida de todas las cosas". Subjetivamente hablando, creo que no puede ser de otra manera. Pienso que una sociedad no será humana, ni humanista, mientras no sea laica, mientras se siga impartiendo la enseñanza religiosa obligatoria. Esta sociedad está empapada de la mentalidad de que la mujer es un ser de segunda -la mujer es la pecadora, la carne es del pecado, etc.-, mentalidad que viene heredada especialmente de la Iglesia que aún no ve a la mujer digna por ejemplo, para el sacerdocio. Mientras la mujer no sea tan persona como el hombre, no seremos una sociedad humana, seremos una sociedad machista, católica, religiosa o lo que quieran... pero no humana.
- Su mente vuela como una mariposa en primavera. Experimenta el maravilloso placer de poder dar vida a cualquier tema sólo con su mente. ¿Cuáles son sus fuentes de inspiración?
-Infinitas. Físicamente tengo las facultades reducidas, pero mentalmente no. Podré decir disparates, fallar o no, razonar algunas cosas, pero imaginar imagino lo que me da la gana. Todo puede llegar a ser una buena historia, sólo hace falta captarlo. De esta misma conversación podría salir una gran novela, ¿no cree?...
José Luis Sampedro, escritor, economista, rebelde y sobre todo eternamente joven.
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