Byron Kathleen Reid sufrió una severa depresión tras cumplir los treinta años.
Durante diez años, su depresión se agravó y Katie (como es llamada) pasó cerca de
dos años casi incapaz de levantarse de su cama y obsesionada con el suicidio. De
repente una mañana, estando en lo más profundo de la desesperación, tuvo una
revelación que transformó su vida.
Katie comprendió que cuando creía que algo debería ser diferente de como era
(«Mi marido debería quererme más», «Mis hijos deberían amarme más») ella sufría,
y que cuando no creía estos pensamientos, sentía paz. Se dio cuenta de que la
causa de su depresión no era el mundo alrededor suyo, sino lo que ella creía sobre
ese mundo. En un repentino despertar interior, Katie entendió que nuestro intento
por encontrar la felicidad está enrevesado: en lugar de intentar, inútilmente,
cambiar el mundo para ajustarlo a nuestros pensamientos de como «debería» ser,
podemos cuestionar estos pensamientos y, mediante el encuentro con la realidad
como es, experimentar una libertad y un gozo inimaginables. Katie desarrolló un
método de indagación sencillo y sin embargo poderoso, denominado El Trabajo,
que hace posible esta transformación. El resultado fue que una mujer deprimida y
con tendencias suicidas se llenó de amor por todo lo que la vida trae.
Lo que es, es
Únicamente sufrimos cuando creemos un pensamiento que no está de acuerdo con
lo que es. Cuando la mente está perfectamente clara, lo que es, es lo que queremos.
Querer que la realidad sea diferente de lo que es, es igual que intentar enseñar a
ladrar a un gato. Puedes intentarlo una y otra vez y al final, el gato te mirará y
volverá a decir: «Miau». Desear que la realidad sea diferente de lo que es, es
desesperante.
Y aun así, si prestas atención, advertirás que tienes pensamientos de este tipo
docenas de veces al día: «La gente debería ser más amable», «Los niños deberían
portarse bien», «Mi mujer (o mi marido) debería estar de acuerdo conmigo», «Yo
debería estar más delgada (o ser más guapa o tener más éxito)». Estos
pensamientos son formas de querer que la realidad sea diferente de lo que es. Si te
parece que esto suena deprimente, estás en lo cierto. Todo el estrés que sentimos se
origina en nuestras discusiones con lo que es.
Ocúpate de tus propios asuntos
Sólo puedo encontrar tres tipos de asuntos en el universo: los míos, los tuyos y los
de Dios. (Para mí, la palabra Dios significa «realidad». La realidad es Dios porque
rige. Todo lo que escapa a mi control, al tuyo y al de cualquier otra persona es lo
que yo denomino «los asuntos de Dios».)
Buena parte de nuestro estrés proviene de vivir mentalmente fuera de nuestros
propios asuntos. Cuando pienso: «Necesitas encontrar un trabajo, quiero que seas
feliz, deberías ser puntual, necesitas cuidar mejor de ti mismo», me estoy
inmiscuyendo en tus asuntos. Cuando me preocupo por los terremotos, las
inundaciones, la guerra o la fecha de mi muerte, estoy en los asuntos de Dios. Si
mentalmente estoy metida en tus asuntos o en los de Dios, el efecto es la
separación. Fui consciente de esto al principio, en 1986. Cuando, por ejemplo, me
inmiscuía mentalmente en los asuntos de mi madre con pensamientos del tipo: «Mi
madre debería comprenderme», experimentaba de inmediato un sentimiento de
soledad. Y comprendí que siempre que me había sentido herida o sola, había
estado inmiscuida en los asuntos de otra persona.
Si tú estás viviendo tu vida y yo estoy viviendo mentalmente tu vida, ¿quién está
aquí viviendo la mía? Los dos estamos allá. Ocuparme mentalmente de tus asuntos
me impide estar presente en los míos. Me separo de mí misma y me pregunto por
qué razón mi vida no funciona.
Pensar que yo sé lo que es mejor para los demás es estar fuera de mis asuntos.
Incluso en nombre del amor, es pura arrogancia y el resultado es la tensión, la
ansiedad y el miedo. ¿Sé lo que es adecuado para mí? Ese es mi único asunto.
Permíteme trabajar en eso antes de tratar de resolver tus problemas por ti.
Si comprendes los tres tipos de asuntos lo suficiente para ocuparte de los tuyos
propios, esto puede liberar tu vida de una manera que ni siquiera eres capaz de
imaginar. La próxima vez que sientas tensión o incomodidad, pregúntate de quién
son los asuntos de los que te ocupas mentalmente, ¡y quizás estalles en carcajadas!
Esa pregunta puede llevarte de vuelta a ti mismo. Tal vez llegues a descubrir que,
en realidad, nunca has estado presente y que te has pasado toda la vida viviendo
mentalmente en los asuntos de otras personas. Simplemente darte cuenta de que
estás en los asuntos de otro te puede devolver a tu maravilloso ser.
Y si practicas durante un tiempo, quizá descubras que en realidad tú no tienes
ningún asunto y que tu vida funciona perfectamente por sí misma
Ext. del libro The Work
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