El Monje Zuigan solía empezar cada día diciéndose a sí mismo en voz alta:
Maestro, ¿estás ahí?
Y se contestaba:
-Sí, señor; aquí estoy.
Y entonces decía:
-¡Mantén los ojos abiertos!
A lo que se replicaba:
-Sí, señor; lo haré.
Luego seguía:
-Ahora, presta atención al exterior y no dejes que te engañen.
Y se contestaba:
-¡Oh! ¡No, señor! No lo haré, no lo haré.
La meditación no puede ser parcial; debería ser un esfuerzo continuo. A cada momento has de estar alerta, ser consciente. Pero la mente utiliza un truco: meditas por la mañana y luego te olvidas. Entonces regresas al mundo completamente inconsciente, como si fueras un sonánbulo...
Este esfuerzo fragmentado no vale mucho... La conciencia es un continuo, como un río fluyendo constantemente, si procuras ser consciente durante todo el día, a cada instante, entonces podrás florecer.
Esta anécdota zen, puede parecer absurda, pero es una manera de mantenerte alerta. Utilízalo, te será de gran ayuda. Cuando vayas caminando por la calle, puedes llamarte por tu propio nombre y preguntarte ¿Estás ahi? de repente dejas de pensar y y has de contestar: "Si, estoy aquí". Eso te centra. Cuando el pensar se detiene, estás alerta.
Este llamarse a uno mismo es una técnica. Al irte a dormir, al apagar la luz por la noche, no olvides de preguntarte: ¿Estás ahí?, y en esa oscuridad, al aparecer la atención, te conviertes en una llama y desde dentro contestas: "Si, estoy aquí".
Este llamarse a uno mismo es una técnica. Al irte a dormir, al apagar la luz por la noche, no olvides de preguntarte: ¿Estás ahí?, y en esa oscuridad, al aparecer la atención, te conviertes en una llama y desde dentro contestas: "Si, estoy aquí".
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