En una de las regiones más altas de la sierra, a más de tres mil metros sobre el nivel del mar, se ubica una gran planicie rodeada de bosques de pinos y encinos, quebrada por profundos cañones. Como si fuera un altar de la imponente naturaleza, nacen aquí varios ríos, que corriendo entre árboles y rocas, bajan dando tumbos por las montañas.
Los ríos que nacen en Romírachi bajan 100 km. y forman el Papigochi serpenteando van rumbo a la frontera, luego cambian su ruta hacia el sur y llegan a Sonora, donde forman el río Yaqui. También en las cumbres de Romírachi, se origina el río Conchos, que suave y tranquilo se une más abajo al Bravo, regalando vida al desierto y alimentando a la presa de La Boquilla. Por el poniente descienden otros ríos como el Mayo y el Fuerte, que riegan espléndidamente los estados de Sonora y Sinaloa. En su alocada carrera estos ríos encuentran un desfiladero, el Cañon de Cadameña. Se lanzan desde 310 m. de altura ofreciendo un espectáculo maravilloso. Muy, muy abajo, se alcanzan a ver los verdes tiernos de los árboles de plátano iluminados por el sol, conforme uno sube la vista sobre rectas de roca basáltica la vegetación va oscureciéndose: madroñas, encinos; y más arriba infinidad de pinos airosos que parecen buscar el cielo.
A la altura de la cascada de Basaseachi, que al caer forma alegres arcoiris, hay un mirador; abajo se encuentra con otros broncos y saltarines ríos, juntos abandonan el estado para dirigirse a Sonora a formar el río Mayo. Al sur de la sierra nace el Chínipas, se le une el Septentrión, y juntos dan un salto mortal en la cascada de Urique, que nace en las Cumbres del Gato, corre paralelo y en sentido contrario al Conchos, ambos se hallan separados por las mesetas de Cusárare. El Urique va aumentando su caudal y corre por la hendidura del famoso Cañon del Cobre, a dos mil metros de profundidad donde, en el calor sofocante de la selva, se ocultan los hombres en recónditos lugares.
En la otra sierra, en la cumbre de Mohinora -una torre con sombrero nevado-, casi en los límites con Durango, nace el río Verde que separa con su caudal las dos hileras de montañas. Este se une después al Urique y juntos riegan Sinaloa. La riqueza de esta tierra es inmensa: desde truchas y otros deliciosos peces, hasta aves -como pavos salvajes-, liebres y venados; especias, hongos gigantes de medio metro de circunferencia, plantas medicinales. Valles cultivables, minas aún poco explotadas y madera forman parte también de esa riqueza.
Felicidad y desgracia para los que nacieron allí, pues en algunos sitios la explotación hecha por blancos y mestizos ha sido voraz, mientras que los indígenas -como los tarahumaras- aún viven como hace un siglo. En los pueblos de la serranía el visitante encontrará hostales o fonditas de madera con exquisita comida serrana: cocido de carne, pescados de agua dulce, frescas verduras y chiles de tierra rellenos de queso y salseados.
Los ríos que nacen en Romírachi bajan 100 km. y forman el Papigochi serpenteando van rumbo a la frontera, luego cambian su ruta hacia el sur y llegan a Sonora, donde forman el río Yaqui. También en las cumbres de Romírachi, se origina el río Conchos, que suave y tranquilo se une más abajo al Bravo, regalando vida al desierto y alimentando a la presa de La Boquilla. Por el poniente descienden otros ríos como el Mayo y el Fuerte, que riegan espléndidamente los estados de Sonora y Sinaloa. En su alocada carrera estos ríos encuentran un desfiladero, el Cañon de Cadameña. Se lanzan desde 310 m. de altura ofreciendo un espectáculo maravilloso. Muy, muy abajo, se alcanzan a ver los verdes tiernos de los árboles de plátano iluminados por el sol, conforme uno sube la vista sobre rectas de roca basáltica la vegetación va oscureciéndose: madroñas, encinos; y más arriba infinidad de pinos airosos que parecen buscar el cielo.
A la altura de la cascada de Basaseachi, que al caer forma alegres arcoiris, hay un mirador; abajo se encuentra con otros broncos y saltarines ríos, juntos abandonan el estado para dirigirse a Sonora a formar el río Mayo. Al sur de la sierra nace el Chínipas, se le une el Septentrión, y juntos dan un salto mortal en la cascada de Urique, que nace en las Cumbres del Gato, corre paralelo y en sentido contrario al Conchos, ambos se hallan separados por las mesetas de Cusárare. El Urique va aumentando su caudal y corre por la hendidura del famoso Cañon del Cobre, a dos mil metros de profundidad donde, en el calor sofocante de la selva, se ocultan los hombres en recónditos lugares.
En la otra sierra, en la cumbre de Mohinora -una torre con sombrero nevado-, casi en los límites con Durango, nace el río Verde que separa con su caudal las dos hileras de montañas. Este se une después al Urique y juntos riegan Sinaloa. La riqueza de esta tierra es inmensa: desde truchas y otros deliciosos peces, hasta aves -como pavos salvajes-, liebres y venados; especias, hongos gigantes de medio metro de circunferencia, plantas medicinales. Valles cultivables, minas aún poco explotadas y madera forman parte también de esa riqueza.
Felicidad y desgracia para los que nacieron allí, pues en algunos sitios la explotación hecha por blancos y mestizos ha sido voraz, mientras que los indígenas -como los tarahumaras- aún viven como hace un siglo. En los pueblos de la serranía el visitante encontrará hostales o fonditas de madera con exquisita comida serrana: cocido de carne, pescados de agua dulce, frescas verduras y chiles de tierra rellenos de queso y salseados.
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