miércoles, 4 de diciembre de 2013

Inmóviles



Dijo una vez Terencio, un no muy conocido autor cómico latino, una frase que me vino a la mente nada más acabar de ver este maravilloso vídeo: “Soy hombre, y por lo tanto, nada que sea humano me resulta extraño”.

La frase, entre otras ideas, me sugiere una cosa: somos humanos, y aunque eso sea lo único que nos une, es mucho lo que tenemos en común. Quizás demasiado. Ese es el principio del concepto “humanidad”. El respeto mutuo, el “ama al prójimo como a ti mismo” del sabio crucificado, existiese o no… El bueno de Kant reformuló esta idea en su famoso Imperativo Categórico... Aquello de “Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”. Es decir, en plata, no hagas a los demás lo que no te harías a ti mismo. Perdonen la pedantería, pero el tema lo requiere.

Por desgracia nada de esto lo cumplimos. Y cada vez menos. Y menos aun en tiempos de crisis.

La humanidad no existe. Y parece que no queremos que exista.


Nos hemos empeñado en sobrevivir individualmente. “Bastante tengo yo con lo mío”… ¿No? O “pa ayudar al prójimo que estoy yo”… ¿Seguro? ¿Seguro que no podemos hacer nada? ¿Seguro que no podemos partir el pan entre dos? ¿Dónde quedó aquello de “dónde comen dos comen tres”?

Así nos va.
Así nos irá.

Respiren. Despierten.

Que los nadie, al final, somos más.

Somos todos.

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