De repente se abrió de par en par esta mañana,
la ventana de mi corazón que mira a tu corazón.
Y maravillosamente vi mi nombre,
aquel con que me nombra tu voz más íntima y querida,
escrito sobre las hojas y las flores en tu corazón.
Y esperé silencioso.
Un instante se alzó, volando, el visillo que separa tus cantos de los míos.
Y descubrí que en la claridad de tu mañana, en tu corazón, alguien cantaba
mis canciones futuras, las que no he soñado ni cantado todavía.
Y para aprender mis propias canciones, me senté, silencioso, a tus pies.
Tagore
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