domingo, 4 de septiembre de 2011

El viaje



Un día finalmente supiste lo que debías hacer, y empezaste, aunque las voces a tu alrededor continuaban gritando sus malos consejos, a pesar de que toda la casa empezara a temblar y sintieras el viejo tirón en tus tobillos.
“¡Arregla mi vida!”
cada voz gritaba.
Pero no te detuviste. Sabías lo que debías hacer, a pesar de que el viento levantó con sus dedos rígidos los cimientos mismos,
a pesar de que su melancolía
era terrible.
Era lo suficientemente
tarde, y una noche salvaje,
y el camino lleno de ramas caídas y de piedras.
Pero poco a poco, mientras dejabas atrás sus voces,
las estrellas comenzaron a arder entre las capas de nubes,
y hubo una nueva voz que lentamente reconociste como propia,
que te acompañó mientras te adentrabas más y más en el mundo,
decidida a hacer la única cosa que podías hacer,
decidida a salvarla única vida que podías salvar.

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