Un sabio es alguien que ha conseguido una remota posibilidad humana.
Es imposible decir cuál es esa posibilidad. Yo creo que tiene algo que ver con la energia del amor. El contacto con esa energía resulta en el ejercicio de un tipo de equilibrio dentro del caos de la existencia. Un sabio no disuelve el caos; si lo hiciese, el mundo habría cambiado hace mucho. Ni siquiera creo que un sabio disuelva el caos en sí mismo, ya que hay algo arrogante y belicoso en la idea de que un hombre ponga orden en el universo. Su gloria es una especie de equilibrio. Cabalga las corrientes como un esquí a la fuga. Su recorrido es una caricia de las colinas. Su rastro es un dibujo de la nieve en un momento de su particular colocación con el viento y la roca. Algo en él ama tanto al mundo que se entrega a sí mismo a las leyes de la gravedad y el azar. Lejos de volar con los ángeles, traza con la fidelidad de la aguja de un sismógrafo el estado del sólido paisaje sangriento. Su casa es peligrosa y finita, pero siente el mundo como su hogar. Puede amar las formas de los seres humanos, las finas y retorcidas formas del corazón. Es bueno tener entre nosotros a tales hombres, tales monstruos que mantienen el equilibrio del amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario