Sólo a partir de Darwin se ha comprendido
que no somos la especie elegida,
sino como dice Robert Foley,
una especie única entre muchas especies únicas,
aunque eso sí, maravillosamente inteligente.
Y no deja de ser paradójico
que tantos años de ciencia
nos hayan llevado a saber algo que
cualquier bosquimano del Kalahari,
cualquier aborigen australiano, o cualquiera
de nuestros antepasados que pintaron la
cueva de Altamira conocía de sobra:
Que la Tierra no pertenece al hombre,
sino que el hombre pertenece a la Tierra.
Juan Luis Arsuaga
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